Sentarme en el balcón es tener un momento de paz mental, donde puedo imaginar lentamente, disfrutando del paisaje, apreciar el cielo, los árboles y a veces el clima.
En los balcones, donde todo se puede ver desde otras perspectivas o talvez desde otras disensiones, depende de quien observe; aquí se puede practicar el arte de la contemplación, arte que no muchos ptactican, que creen que si se detienen unos instantes a contemplar lo que sea se les acaba el mundo. Pero en mi caso, poder tener unos minutos para contemplar lo que me rodea, es un regalo, regalo que talvez muchos no tienen o muchos no lo consideran algo especial.
Es en donde los pocos minutos se convierten en una escala de tiempo donde puedo ver mentalmente las cosas que pueden ocurrir. La verdad es que imagino mucho; si leo un rótulo, si veo una imagen, si escucho una canción o lo que este pasando en ese momento, siempre surgen ideas para poder escribir, no tengo que buscar inspiración en cosas sofisticadas porque en lo sencillo encuentro todo lo que necesito para poder crear. Con solo ver lo que me rodea puedo crear historias, con solo salir al balcón y observar lo que sucede afuera imagino un mundo diferente, otros lugares que nunca he explorado.
Qué satisfacción el poder usar la imaginación para crear lo que quiera, para visualizar cosas que no existen en ese momento, para poder darle un respiro a mi mente del ajetreo cotidiano.
Los balcones grandes, pequeños, no importa, lo que importa es lo que te hagan sentir cuando sales a uno, lo que imaginas al ver lo que te rodea; es a mi parecer, como un escape a la realidad y poner en marcha la imaginación y disfrutar de esos pequeños lujos, esos placeres que un balcón nos puede regalar.
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